mayo 10, 2021 |

Crear esperanza para una nueva normalidad

Punta Cana, La Altagracia. – Me consi­dero un hombre de gran­des pasio­nes, como probablemente todos ustedes. La más importante sin duda, es la pasión por ser­vir a mi país, por ayudar a transformar la preocupa­ción en oportunidad y es­peranza. Me apasiona poder transmitir a otros la urgen­cia de hacer, de conocer nuestras realidades para poder pensar, diseñar y eje­cutar ideas que mejoren el mundo. En el 2019, justo antes de que el COVID se convir­tiera en uno de los mayores villanos de la historia, fui al cine a ver El Joker. Sin lugar a dudas, una pieza cinematográfica que refleja de una forma, quizás dramática pero insupera­ble, qué sucede cuando se pierde la empatía, se desva­nece la esperanza y el pue­blo busca su propia justifi­cación. Fue justo en esa pelícu­la dónde escuché la frase: “Antes las personas ama­ban la vida, ahora solo te­men la muerte…” Pocas semanas más tar­de no me imaginé lo real que se volvería esta frase. Todos los días me levan­to haciéndome la siguiente pregunta… ¿Qué más podemos hacer? ¿Cómo lograr que otros se unan a esta misión de vol­ver a la “Era del Viaje”? Nuestro sector ha sido puesto a prueba, desde los grandes inversionistas has­ta los pequeños vendedores vieron de repente un futuro muy incierto. Muchos lo perdieron to­do, otros se endeudaron, algunos detuvieron sus proyectos. Los gobiernos se volvieron más relevantes. Casi todos vimos marchar un ser querido, consolamos a nuestros amigos… a distancia… la mascarilla se volvió par­te de nuestro atuendo obli­gatorio, el alcohol era nues­tra nueva loción. Parecía un callejón sin sa­lida, pero la mascarilla nos ensenó a mirarnos a los ojos, y ver nuestros sueños y an­helos, generando un movi­miento mundial por la vida y por la vuelta a la normali­dad. Y nos aferramos a la es­peranza. Se unieron las naciones y los gobiernos, se fortalecie­ron las alianzas público – pri­vadas, se aceleró la innova­ción… El COVID19 sacó lo mejor de todos nosotros. Sacudió nuestros límites Nos llevó a romper las con­vicciones más arraigadas, que son nuestra gran prisión, y nos hizo seres más libres. La pandemia nos confir­mó que no se trata de lo que nos ocurre, sino cómo reac­cionamos, lo que importa. Nos demostró que aquel que tiene un porqué para vi­vir, se puede enfrentar a to­dos los “cómo”. La pandemia NO destruyó nuestra infraestructura. Nuestras playas y riquezas naturales siguen ahí. Nuestra gente sigue ahí. La recuperación económi­ca y los ahorros traerán una mayor capacidad de gastar. La recuperación está al doblar de la esquina y todos sentimos que viene. Lo único que puede retra­sarla es simple y complejo a la vez: el miedo. Simple y complejo, por­que a diferencia del peligro, que sí es algo real y palpable, el miedo es un artificio men­tal al que solo nosotros mis­mos le damos vida. No podemos permitir que el miedo sea la herencia de esta crisis, y debemos vencer­lo con lo opuesto: La espe­ranza. Y somos nosotros, los hoy aquí reunidos, en gran parte responsables de quitarle la razón al Joker y, demostrarle a nuestros pueblos que hay muchas razones para vivir…

Punta Cana, La Altagracia. – Me consi­dero un hombre de gran­des pasio­nes, como probablemente todos ustedes. La más importante sin duda, es la pasión por ser­vir a mi país, por ayudar a transformar la preocupa­ción en oportunidad y es­peranza. Me apasiona poder transmitir a otros la urgen­cia de hacer, de conocer nuestras realidades para poder pensar, diseñar y eje­cutar ideas que mejoren el mundo.

En el 2019, justo antes de que el COVID se convir­tiera en uno de los mayores villanos de la historia, fui al cine a ver El Joker. Sin lugar a dudas, una pieza cinematográfica que refleja de una forma, quizás dramática pero insupera­ble, qué sucede cuando se pierde la empatía, se desva­nece la esperanza y el pue­blo busca su propia justifi­cación.

Fue justo en esa pelícu­la dónde escuché la frase: “Antes las personas ama­ban la vida, ahora solo te­men la muerte…” Pocas semanas más tar­de no me imaginé lo real que se volvería esta frase. Todos los días me levan­to haciéndome la siguiente pregunta…

¿Qué más podemos hacer? ¿Cómo lograr que otros se unan a esta misión de vol­ver a la “Era del Viaje”?

Nuestro sector ha sido puesto a prueba, desde los grandes inversionistas has­ta los pequeños vendedores vieron de repente un futuro muy incierto. Muchos lo perdieron to­do, otros se endeudaron, algunos detuvieron sus proyectos. Los gobiernos se volvieron más relevantes. Casi todos vimos marchar un ser querido, consolamos a nuestros amigos… a distancia… la mascarilla se volvió par­te de nuestro atuendo obli­gatorio, el alcohol era nues­tra nueva loción.

Parecía un callejón sin sa­lida, pero la mascarilla nos ensenó a mirarnos a los ojos, y ver nuestros sueños y an­helos, generando un movi­miento mundial por la vida y por la vuelta a la normali­dad. Y nos aferramos a la es­peranza. Se unieron las naciones y los gobiernos, se fortalecie­ron las alianzas público – pri­vadas, se aceleró la innova­ción… El COVID19 sacó lo mejor de todos nosotros.

Sacudió nuestros límites

Nos llevó a romper las con­vicciones más arraigadas, que son nuestra gran prisión, y nos hizo seres más libres. La pandemia nos confir­mó que no se trata de lo que nos ocurre, sino cómo reac­cionamos, lo que importa. Nos demostró que aquel que tiene un porqué para vi­vir, se puede enfrentar a to­dos los “cómo”.

La pandemia NO destruyó nuestra infraestructura. Nuestras playas y riquezas naturales siguen ahí. Nuestra gente sigue ahí.

La recuperación económi­ca y los ahorros traerán una mayor capacidad de gastar. La recuperación está al doblar de la esquina y todos sentimos que viene. Lo único que puede retra­sarla es simple y complejo a la vez: el miedo. Simple y complejo, por­que a diferencia del peligro, que sí es algo real y palpable, el miedo es un artificio men­tal al que solo nosotros mis­mos le damos vida. No podemos permitir que el miedo sea la herencia de esta crisis, y debemos vencer­lo con lo opuesto: La espe­ranza.

Y somos nosotros, los hoy aquí reunidos, en gran parte responsables de quitarle la razón al Joker y, demostrarle a nuestros pueblos que hay muchas razones para vivir y nos espera un futuro lle­no de oportunidades y espe­ranza. Ya invertimos como países en muchas cosas, ahora nos toca invertir en esperanza. Porque invertir en la espe­ranza es fortalecer nuestra marca país. Invertir en la esperanza es retomar la innovación, adap­tando nuestros destinos a las exigencias del viajero mo­derno. Es desarrollar el turismo cultural, ese que nos permite conectar nuestros pueblos. Es continuar impulsando la sostenibilidad de nuestros destinos. Invertir en la esperanza es promover la paz y la unión vía el entretenimiento.

Las ideas conducen y mueven al mundo. Y, como dijo Victor Hugo, nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momen­to. Aquí estamos para com­partir ideas, pero nuestro real compromiso es hacer que ellas se conviertan en es­peranza, progreso y felicidad para nuestros pueblos.

Hoy estamos aquí jun­tos, para crear un espacio de pensamiento que nos permi­ta un mejor actuar.

Sobre nuestros hombros recae un peso y una bendi­ción. Recae el peso de la re­cuperación y la bendición de ser depositarios de la espe­ranza de nuestros pueblos.

Los invito a hacer que hoy valga la pena, que nos com­prometamos una vez más con nuestra gente, con los colaboradores que sustentan sus vidas trabajando para el sector y sus familias, con los millones de turistas que es­peran ansiosos salir a cono­cer nuestros hermosos desti­nos.

Pensemos, trabajemos de la mano y actuemos para de­mostrar que la democracia, los políticos y los buenos go­bernantes, íntegros y trans­parentes, son la única vía ha­cia esta nueva normalidad.

Pensemos mirando la ac­ción y actuemos desde el pensamiento.

Quiero concluir estas pa­labras con un mensaje que hace referencia a una frase de un gran líder,

Martin Luther King, Jr.: “Nos toca demostrar que la única forma de juzgarnos es por la entereza de nuestro carácter. Pero no olvidemos sentir más de lo que pensamos…”

Ese es mi sueño. ¡Bienvenidos a nuestra Re­pública Dominicana!

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